Chilan Pipol

Las realidades de un Chile dispar.

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Nombre: Chilan Pipol
Ubicación: Chile

septiembre 26, 2011

Justo a Tiempo

            Justo a tiempo. Mi reloj marcaba las siete con cuarenta y cinco minutos cuando, del asiento del copiloto de un flamante deportivo rojo, se bajó mi ex esposa. Lucía radiante, como nunca la había podido observar durante los catorce años que estuvimos juntos bajo el juramento de la iglesia católica. Catorce años que se difuminaron el día en que ella, rebelada ante Dios y el mundo, decidió poner punto final y comenzar una vida completamente independiente. Adoraba los filmes transgresores. Amaba Thelma & Louise. Y no hubiese sido extraño topármela algún día en la carretera tratando de emular aquella road movie. Es que mi ex era de armas tomar. Quizás todavía lo seguirá siendo, pero la frecuencia en que nos vemos cada vez es menor. Por ello, cada vez que mis ojos se vuelven a encontrar con ella después de un largo tiempo, me doy cuenta que aún sigo sintiendo cosas muy fuertes. Quizás ya no el amor y el frenesí de poder cobijarla en mi regazo, pero si una gran nostalgia de poder compartir específicos momentos. Y extraño a rabiar su sonrisa. Sus ganas de reír ante cualquier problema que se le pusiese en el camino. Siempre con una respuesta alentadora, aunque la casa se nos viniese abajo. Siempre esa risa contagiosa que daban ganas de recortarla y exportarla por todo el mundo como un objeto de valor, como una especie en extinción.
           
            Justo a tiempo. El reloj no quiso moverse de las siete cuarenta y cinco y tampoco mi mirada quiso desviarse de su rostro. ¡Rayos!, que belleza desaprovechada por mí. Sólo por mí, porque ahora el regazo pertenecía a otro. Un tipo algo mayor que yo, pero con el bolsillo capaz de almacenar su felicidad. Nunca la culpé. Quizás era nuestro destino marginarnos de aquella forma. Quizás nunca la merecí como debía.
           
            Justo a tiempo. Dos golpes le di al reloj para que las manecillas volviesen a marcar el tiempo.

            - ¡Que linda que estás!

            Ella no respondió. Sólo me observó tristemente, como queriéndome decir algo que quizás me provocaría mucho dolor. De todas formas insistí.

            - En verdad. Estás hermosa. No te cambiaría ni por un verso -me sinceré

            Un silencio rondó el lugar. Ella se alejó unos cuantos metros hacia unas personas que se encontraban en un rincón. A ratos desviaba la mirada hacia mí, tal como cuando nos conocimos y ella se ruborizaba de sobremanera; porque, en aquella época, yo era el galán de la universidad. Solía jactarme de todas las aventuras que llegaba a conciliar. Sin embargo, el brillo de su inocencia fue lo que me cautivó. Anduve como perro faldero durante todo un año, a causa de su intencional indiferencia. Como es que puede matar a un hombre aquello.

            Justo a tiempo. Quise decirle tantas cosas más que quizás nunca le había dicho. Por timidez. Por estupidez. Por no saber instalar las palabras correctas. Y ahora, que se suponía que podría ser el momento indicado, tampoco tuve el valor de hilar unas cuantas frases. Sólo me resigné a observarla y esperar a que ella, en algún instante, se atreviese a acercarse y darme un último beso.

            Justo a tiempo llegaste a mi vida. Y justo a tiempo llegaste a mi muerte. Si hubiese sabido con anticipación que ésta sería la última vez que nos veríamos, quizás hubiera ahondado más en la nostalgia que siempre sentí por ti. Ojalá algún día pueda visitarte a través de la ventana y derramar alguna lágrima para escribir tu nombre. O luchar por un beso.

            Justo a tiempo. Te extrañaré muchísimo. Y espero que tú también. Cuando llores o estés a punto, trata de mirar al cielo. Intentaré, como sea, de regalarte el rayo más brillante del sol, porque te lo mereces.

            Porque siempre estuviste ahí por mí. Porque siempre ejecutaste las mejores armas. Porque tu paciencia siempre fue más allá de mi cordura. Porque siempre llegaste justo a tiempo.

julio 12, 2011

La Final

Llegué tempranamente a casa de Catalina. Hoy era su cumpleaños. Diecisiete años ya de esa chica que me había cautivado fulminantemente hacía unos años atrás. Toqué el timbre de su casa. Llevaba escondida en mi chaqueta una rosa para regalársela. Cuando ella abrió la puerta, fue como si un arco iris me hubiese iluminado el rostro. Brillaba como si el cielo hubiese depositado en su rostro toda la luz celestial. Me observó sorprendida, pensando que, quizás, me había olvidado de esta fecha tan importante.

- Feliz cumpleaños -le dije y saqué de la manga, tal como si fuese un mago, aquella rosa.

Ella me devolvió nuevamente con una sonrisa aquel gesto. Tomó el olor de la flor y me invitó a pasar. Yo la detuve.

- En realidad, Catalina, te quería invitar a salir.
- ¿Ahora?
- Sí, un rato. Es que hoy se juega la final del mundial de fútbol y me gustaría que me acompañaras.
- ¿Quién juega?
- Brasil con Italia - le respondí con cierto fervor.
- ¡Wow! Qué entretenido. Pero no sé si me dejen salir. Tú sabes que puede venir alguien a saludarme.
- Bueno, pueden esperar. Sólo quiero secuestrarte un par de horas.

Fuimos a un bar que, por suerte, no estaba atestado de gente, a diferencia de otros recintos en donde no cabía un alfiler. Algunos amigos se habían juntado en el Food Garden de El Bosque a ver este trascendental lance, ya que en dicho lugar se concentraría la barra del Scratch. Más arriba, en el Stadio Italiano, se hallaba la barra rival. El partido prometía más que cualquier otra final, ya que el ganador se convertiría en la selección con más trofeos de copas del mundo. Es por ello que todo Santiago se había concentrado desde temprano para poder observarla.

- Tú sabes que no entiendo mucho de fútbol, así que no sé si seré una buena compañía -me aclaró apenas nos sentamos en la mesa del bar.
- No te preocupes. El solo hecho que me acompañes, hace que el resto se transforme en algo agradable.

El partido había comenzado. Catalina sólo observaba como si se tratase de un programa misceláneo. Yo, en cambio, vibraba con cada jugada que producía el equipo sudamericano.

- ¿Tú quieres que gane Brasil? -me preguntó repentinamente.
- Por supuesto. Para que se convierta en el Tetracampeao.
- ¡Ah no! Yo quiero que gane Italia ¿Ahí juega Roberto Baggio, cierto?
- Sí, es el que tiene el número diez en su espalda.
- A mí me encanta él - se sinceró.
- ¿Como jugador?
- ¡Ja ja! -soltó una linda risa que me cautivó -De fútbol, te he dicho que sé muy poco, pero de gusto puedo decir muchas cosas. Es muy lindo él.
- ¿En serio? ¿Me creerías que a mí me dicen Roberto Baggio?
- ¿Síii? -y su mirada irónica volvió a renacer -Te lo iba a decir, de hecho. Tienen las cejas muy parecidas -y nuevamente rió, provocando esa pica que tanto le gustaba a ella.

El primer tiempo finalizado empatado sin goles. A ratos observaba que Catalina bostezaba. Pensaba que, quizás, había sido mala idea traerla a este bar para observar el encuentro. Sin embargo, a medida que el primer tiempo llegaba a su fin, noté un cierto interés en ella por esta final.

- ¿Cuánto tiempo es de descanso?
- Son quince minutos. De ahí comienza el segundo tiempo.
- Y si empatan ¿Qué sucede?
- Bueno, ahí se van a un alargue de quince minutos por lado. El equipo que hace el gol, gana. Es lo que denominan el gol de oro.
- ¿Y si después de ese tiempo, continúan empatados?
- Bueno, ahí todo se define en los lanzamientos penales ¿Tú has lanzado un penal alguna vez?
- No, nunca he jugado fútbol.
- ¿Cómo que no? ¿Y la escoba y los goles que dijiste que habías hecho en el programa Éxito? -pregunté, acordándome de esa vieja anécdota que una vez me había narrado.
- ¡Ja ja ja! Pero eso era un concurso ¿Tú crees, acaso, que Roberto Baggio va a patear el penal con un rastrillo? Era un concurso y menos mal que era con una escoba, porque si hubiese sido realmente con el pie, lo más probable es que hubiese golpeado en la cara al Pollo Fuentes.

Su humor me encantaba. Ella poseía todo un récord. Era la persona que se demoraba menos segundos en sacarme una risa y en aquel comentario anterior, había provocado mucho más que eso.

Pedimos dos jugos para observar el segundo tiempo del partido.

- ¿Y qué se siente esto de tener diecisiete años? Ya me has alcanzado, al menos -le confesé, recordándole la diferencia de meses que teníamos.
- Sabía que, en algún momento, me ibas a decir eso. Ahora voy a tener que soportar estos dos meses tus bromitas. Espérate no más a que cumplas dieciocho. Ahí me va a tocar a mí -y me lanzó una morisqueta.
- Te ves preciosa a tus diecisiete.

Ella desvió su mirada del televisor hacia mis ojos. Me observó un largo rato. Me incomodaba que se quedara perpleja, sin pestañear y recorriera mi rostro con sus tiernos ojos.

- ¿Qué pasa? ¿Tengo algo?
- No, nada. Sólo te estaba mirando -me contestó.
- ¿Por qué? -y me seguí incomodando aún más. A ella le fascinaba ese juego.
- Porque me gusta mirarte. Eres muy lindo.
- Ya, no empieces, tú sabes que me da vergüenza.
- ¿Vergüenza? -y se reía -No te tiene que dar vergüenza.

El relator nos sacó de aquella concentración. Comenzaba el segundo tiempo y volteamos nuestras miradas hacia el televisor de veintinueve pulgadas que se encontraba al frente de nuestra mesa. A ratos, el encuentro se tornaba algo tedioso, con dos equipos que no se hacían mucho daño y con un cansador juego de mediocampo. Con el correr de los minutos y viendo una cuenta regresiva, la final comenzó a tomar otro color y los nervios crecían, tanto en ambas selecciones, como en la gente que estaba alrededor nuestro. Catalina se había metido en el partido. Era una hincha más. Cuando cargaba Italia, se levantaba de la silla, como esperando a que apareciera Roberto Baggio y anotara un golazo y se lo dedicara a ella. Cuando el ataque no prosperaba, volvía a sentarse y me miraba, como no creyendo lo fanática que podía ponerse frente a un partido de fútbol.

- Menos mal que nunca has jugado fútbol. Eres más fanática que yo.
- Es que Italia siempre ha sido como mi país soñado.
- Y tú has sido siempre como mi mujer soñada -le dije, para poder distraerla del partido, pero fueron como palabras al viento, puesto que su rostro estaba fijo frente al televisor, siguiendo cada jugada que propinaba la selección de Baggio.

Cuando terminó la brega, Catalina me observó nerviosamente. Realmente estaba concentradísima en esta final. Por momentos, había olvidado que se trataba de su cumpleaños y sólo pensaba en el tiempo suplementario o en la posterior definición a penales, en el caso que no llegase el gol de oro.

- ¡Vamos Italia! -gritó repentinamente Catalina. Algunas mesas más atrás, alguien coreó lo mismo.
- ¡No, no, no! ¡Vamos Brasil! -grité -¡Tetracampeao! -y muchos hinchas me siguieron con sus cánticos.

El alargue fue un mero trámite. Tanto Brasil como Italia sólo se dignaron a transitar el balón por la cancha, esperando a que los minutos transcurriesen y se decretara la definición a penales. Algo inédito en una final de copa del mundo, ya que todas las anteriores se habían definido antes de llegar a estas instancias.

- En los penales sí que vamos a ganar -me dijo Catalina.
- Todo puede ser. Es una lotería.
- Seguro que ganamos. Está mi Roberto Baggio.
- ¿Y desde cuándo que es tuyo? Confórmate con la versión chilena mejor, esa que tiene las cejas parecidas -le dije y solté una de esas risas que provocaban que le hirviera la sangre.

Los equipos se prepararon, al igual que nosotros. Cada uno de los directores técnicos de ambas selecciones ya habían designado a sus lanzadores. Comenzaba la definición la selección italiana. Al frente del balón, se puso Baresi. Remató y su lanzamiento fue desviado.

- ¡Biennnnn! -le grité a Catalina, quien comenzó a picarse.
- ¿Ah, si? Espérate no más -me contestó -y comenzó a tirarle malas vibras al jugador brasileño.
- Seguro le va a llegar -me burlé.

El jugador carioca que colocaba el balón era Marcio Santos. Un momento de respiro y Gianluca Pagliuca logra detenerlo.

- ¡Jaaaaa! ¡Viste! -me lanzó una gran carcajada que logró que me hirviera de sobremanera la sangre -¡Forza Azurra! -gritó nuevamente.
- Bueno, ok, te lo concedo. Es tu segundo de felicidad.

A medida que transcurrían los lanzamientos desde los doce pasos, nuestros rostros iban adquiriendo distintos matices. Posterior al penal atajado, Albertini marcó para Italia y la puso en ventaja de 1-0, provocando que Catalina se levantara de su silla y festejara, como si estuviese en la misma Fontana di Trevi celebrando con los romanos. Posteriormente, Romario, con un tiro preciso, logró batir a Pagliuca y dejó la cuenta empatada a un tanto. Evani puso el 2-1. Branco, logró la igualdad. Massaro no pudo frente a Claudio Taffarel y eso produjo un aire de felicidad de mi parte. Catalina se agarraba las mechas, explicándose como fue que pateó tan mal ese italiano. Dunga fue el encargado de adelantar a Brasil por primera vez y poner el marcador 3-2.

- Ahora viene tu Roberto Baggio -le comenté.
- Aquí está el empate seguro.
- No sé, en realidad. Viene arrastrando una lesión del partido. No le tengo mucha fe para este lanzamiento.
- ¡Vamos Roberto! -y nuevamenbte se sentó, esta vez con las piernas cruzadas, clara señal de un nerviosismo poco usual en ella.

Roberto Baggio colocó el balón desde los once metros quince. Tomó una relativa distancia. El público, expectante en el estadio. Una mirada hacia el arquero, esperando la orden del árbitro. Miles de flash se continuaban en el estadio de Pasadena. El silbato dio la orden. Roberto corrió, pateó el balón y se fue por encima del travesaño. Brasil Tetracampeao, y Catalina mirándome y explicándose por qué fue que Roberto, su Roberto, falló aquel lanzamiento.

- Mejor hubiese sido que lo hubiera lanzado con un rastrillo -le comenté irónicamente y la abracé.

En ese abrazo noté que, dentro de su pica y rabia que podría sentir en aquel momento, estaba agradecida de poder haber sido partícipe de algo que a mí me encantaba. El fútbol. Agradecida por haberle abierto esa ventana de mi vida y que haya entrado para poder complementarla conmigo. Yo sólo la seguí abrazando fuertemente, diciéndole que el fútbol tiene esa contracara. Por un lado, la pasión desatada en el equipo ganador; y en el otro bando, los perdedores botando lágrimas de impotencia, al ver truncados todos sus sueños. Ella sólo me escuchaba. Quería quedarse cobijada en este regazo durante todo el día.

- Vamos a casa -le dije -El secuestro ha concluído.

La noche estaba cayendo. Sentíamos como los automóviles largaban bocinazos para celebrar algo que, en realidad, era muy ajeno a nuestro pueblo. Era como el triunfo moral de festejar algo que no nos pertenecía, Quizás, el único consuelo, es que se trataba de un equipo sudamericano, casi como un sueño bolivariano de involucrarnos con este triunfo del país de la samba.

La noche tenía ese brillo especial. Las personas, por el hecho de celebrar aquel triunfo, se comportaban de una forma mucho más alegre. Con Catalina disfrutamos de aquel show y nuestro viaje de regreso al hogar se hizo mucho más placentero.

- Llegamos -le dije cuando estábamos en la reja.
- Así parece ¿Quieres entrar?
- Bueno, pero déjame abrir a mí.

Tomé las llaves. Las introduje lentamente, tratando de hacer todo el ruido posible. Le di unas vueltas de más a la manija, demorando el trámite. Abrí como si se tratase de un portón de un castillo, muy despacio, como si pesase una tonelada, casi al son del crujido de las bisagras. Dentro de la casa, todo se encontraba en completa oscuridad.

- Que extraño -me dijo ella.
-Espérame ahí. Deja encender las luces, para que puedas ver.

Cuando encendí la luz, decenas de rostros rodearon a Catalina. Gorros, serpentinas y una veintena de globos era la ambientación perfecta para aquella celebración. Un diecisiete de julio memorable, que quedó estampado con el griterío que se suscitó una vez que encendí la lámpara del living.

- ¡Sorpresaa! -gritaron todos los asistentes.

Catalina no sabía como reaccionar. Sólo soltó un par de lágrimas de emoción. Sus padres y hermanos la abrazaron, deseándole mucha felicidad por aquel día tan especial. Yo me dirigí hasta su habitación en busca de su regalo. Cuando volví, me miró, tratando de dilucidar en qué momento había podido organizar todo este evento. Yo sólo la contemplé y le entregué mi regalo.

- Feliz cumpleaños, Catalina. Que estos diecisiete años sean la luz de antesala de la mujer en que te estás convirtiendo. La mujer de mis sueños.

Ella abrió rápidamente su regalo, como si evocase el recuerdo de navidad cuando tenía siete años. Dentro del paquete, venía la camiseta de la selección italiana, estampada con el número diez y el nombre Baggio.

- No importa perder una final. Los grandes jugadores quedarán grabados para siempre en la memoria de los que sabemos disfrutar el fútbol.

Ella me devolvió esa sonrisa que tanto me cautivaba. Yo la abracé fuertemente, como aquel primer día que la conocí, pensando en que podría escaparse nuevamente. Un nuevo roce en los labios selló ese día tan especial. El día en que Roberto Baggio perdió un penal, dejó enlutado al pueblo italiano, pero que finalmente. se estampó en una sonrisa de Catalina.

marzo 30, 2010

La Teoría de la Diversión

En un mundo cada vez más competitivo y atropellador con el entorno, muchos comportamientos se han ido mutando. La comodidad, la rapidez y la propia indiferencia han sido causales para ir perdiendo el efecto de ser humano.

Muchos nos preguntamos que tanto cuesta hacer algo que a simple vista es muy sencillo. Nos cuestionamos tantas cosas por tratar de mejorar el mundo que, al final, nos quedamos de brazos cruzados viendo como se va deteriorando poco a poco.

Por ello es que esta inicitativa llamada The Fun Theory que fue creada por Volkswagen viene, en cierta medida, a acallar todas esas dudas y a contribuir de forma creativa a modificar ciertos comportamientos para mejor y lograr una completa armonía tanto con nuestros pares, como con el medio ambiente.

The Fun Theory nos muestra que, con simples gestos, la conducta humana puede reaccionar de distinta forma. Existen muchos ejemplos dentro de esta inicitiativa. Wurlitzer para la basura, Tornamesas en las entradas de locales para hacer scratchs mientras uno se limpia la suela de los zapatos, entre otras. Para este caso, elegimos 3 videos que reflejan, de una u otra forma, el espíritu que esta inicitavia quiere lograr.



Este primer caso refleja la comodidad de la gente y como, de una forma creativa y lúdica, se puede cambiar aquel comportamiento. Y de una forma radical, ya que el uso de las escaleras en el período en que estuvo esta dinámica, aumentó en un 66%, en desmedro de la mecánica que, como se puede apreciar, casi pasa desapercibida por la mayoría.







El segundo y tercer caso nos muestra, de una forma original, como se puede luchar contra la limpieza y el reciclaje. Hacer participar a las personas de forma lúdica ayuda a que nuestro entorno permanezca limpio.

Como estos videos, hay muchos más. Inicitativas, bocetos, proyectos e ideas que se pueden visitar directamente a través de su página web. Ojalá en Chile pudiésemos replicar estas iniciativas, que tanta falta nos hace.

Para más información visite:
www.thefuntheory.com

O bien, deje un comentario en este artículo.

marzo 23, 2010

Ten en Cuenta!!!



Es fácil no ver algo de lo que no estás pendiente. Así reza el llamado una vez que finaliza este comercial que la agencia WCRS creó para Transport for London. Este spot nos llama a ser muy cuidadosos y preocuparnos de los ciclistas cada vez que manejamos un vehículo por las calles y carreteras. Un gran llamado de atención, tomando en cuenta el aumento significativo que ha tenido en los últimos años este medio de transporte y de placer.

Tomando como ejemplo los típicos casos de investigación de asesinatos de Ángela Lansbury o el detective Columbo, este pieza audiovisual nos muestra, de forma alegórica, todos los detalles que a una simple persona se les puede pasar por alto por no estar atento en el momento indicado. Una forma directa y eficaz de repetirle lo alerta que hay que estar en la conducción y percatarse de cada acción y movimiento que ocurre en el entorno.

La ironía y la observación son pieza clave en esta campaña. Una nueva forma de comunicar algo que siempre ha costado que llegue a la retina del conductor. Se ha intentado de diversas formas. Comerciales crueles cubiertos de sangre. Simbolismos demasiado rebuscados que no llevan a nada. Y estas prácticas simples de mostrar un caso y decir que es lo mismo a que si estuvieses conduciendo.

Pero ojo, así como estos comerciales pueden ser sumamente creativos y encontrarse geniales en el modo en que se realizaron, pueden pasar sin pena ni gloria en su gran objetivo final. Puede que el target, al cual va dirigido, lo tome como otro spot más y no llegue a tomar la real conciencia que viene al caso.

Sólo el tiempo dirá si esta forma de publicidad realmente es efectiva en temas de conciencia. Al menos, desde el punto de vista creativo, es efectivo.

enero 18, 2010

52 eternos años


Tuvieron que pasar 52 eternos años para que nuestra derecha volviese a alzar sus brazos en señal de triunfo. Desde aquel mítico año 1958, cuando Jorge Alessandri Rodríguez conquistara el apoyo radical en el congreso para su ratificación, tras su 31,2% de los votos en la elección.

Tuvieron que pasar liberales queriendo cambiar la visión de futuro; humanistas que hoy, casi extintos, sólo constituyen el recuerdo de alguna fauna que existió: comunistas deschavetados que querían, de Chile, una utopía que sólo existía en sus mentes; una dictadura sangrienta y cruel que arrastró muchos derechos civiles, pero que nos salvó de la hecatombe archi anunciada provocada por el marxismo; y una concertación que, a pesar de todas las crisis vividas, supo llevar al país con cautela y mesura a la transición que es hoy en día.

52 eternos años para que el sistema democrático encontrara en su facultad de libertad, la posibilidad de la alternancia. Y más que eso. Ver a la derecha como una potencia real y tangible para beneficio de todo el pueblo.

Tuvo que pasar Büchi y Alessandri Besa, como conejillos de indias arrojados al fuego del balotaje para que supiesen, en carne viva, lo que era sentirse masacrados en los escrutinios. Posteriormente comenzó a surgir esta nueva voz opositora apoyada por el raudo crecimiento de la UDI y sus caras visibles. Apareció Joaquín Lavín para renovar el carácter social y darle un nuevo respiro a esta derecha popular. Pero no sería hasta la reaparición de Sebastián Piñera, que la oposición cobraría su mayor poder, aprovechando los conflictos de intereses en las que estaba inmersa la Concertación.

Y este triunfo tan ansiado, no es casualidad ni obra del azar. Es el premio al esfuerzo y a la constancia de un grupo de personas que se dedicaron, fielmente, a formar una oposición constructiva en valores, ideales y objetivos. Una derecha constructiva que jamás temió doblarle la mano al destino ni ejercer su derecho cuando los hechos se veían algo empañados.

Es esa misma oposición constructiva que esperamos que la Concertación se convierta a partir de este 11 de Marzo. Dejar atrás las usuales técnicas y prácticas del terror y, humildemente, comenzar a construir la unidad del país desde la vereda de enfrente.

52 eternos años debieron transcurrir para que, recién, la clase media de este país supiese, verdaderamente, lo que es comenzar a sonreír.

octubre 22, 2009

Avant Premiere


De los creadores de "Mi novia Gordi" llega esta entretenida película que se estrenará en los cines locales el día 13 de Diciembre. George Arrate ("Identidad Desconocida", " Salvador por la campana"), Edward Frei ("La vuelta al mundo en 6 años", "Made in Spain") y Sebastian Piñera ("One million dollar baby", "Bota a Tatán del tren") son tres candidatos que lo tienen todo, pero absolutamente todo. Aquello cambiará radicalmente cuando se encuentren cara a cara con baby Marco ("21 gramos"), una pobre criatura abandonada por el partido socialista. Juntos deberán educar a este bebé y enseñarle todas las artimañas para obtener poder, pero nunca para llegar a la presidencia.

septiembre 08, 2005

Esmeralda

No tenía muchas ganas de ir al centro, por la típica custión de que todo el mundo anda apretujado y que los malhechores, como dice mi tía, andan a la hora del día. Son lanzas, no más, para qué le vamos a andar poniendo nombres tan ancestrales. Sin embargo, tuve, igual, que hacer esa travesía por paseos y calles atestadas de gente. Me paseé por ahumada. Qué cantidad de bicharraco con patas. Es increíble. Cuando pensé que me estaba alejando de la multitud céntrica, vi el orgullo de Chile. Vi a Arturo Prat. Sí, nuestro héroe nacional, que, últimamente, lo han desacreditado mucho. Estaba justo ahí, en Esmeralda, rodeado de mucha gente que le gritaba vítores. Se encontraba algo cambiado. Rubio, de partida y sin esa pelada de fraile que uno acostumbraba ver en los retratos. Además, andaba con anteojos. Quizás por eso fue que saltó al Huáscar. Pensó que a lo mejor había llegado a puerto y quería amarrar el barco. En fin. Ahí estaba, en frente mío, hablando sobre una carrera presidencial y sobre el apoyo de las personas que no tienen poder, que no salen en la tele. Y qué va a saber de la televisión mi héroe Arturo, si con suerte, pudo observar un daguerrotipo. En fin. Hablaba y hablaba. No con mucha soltura, producto que igual estaba un poquito gordito. Aunque no debería referirme nunca más con ese apelativo, porque últimamente ha traído muchos problemas. Digamos que estaba rechonchito, como un gesto amistoso, como si lo estuviera meciendo en mis brazos y haciéndole un “viejito” le dijera: “Oiga mi Arturito, uté que rechonchito”.

Muchas pancartas socialistas acompañaban el discurso de mi héroe. Mi sorpresa frente a ello fue mayúscula. Jamás imaginé que Prat fuese más tirado pa’la izquierda, ya que su empuñadura recia de espada siempre había sido con la diestra. En fin. Sorpresas que uno va adquiriendo día a día.

Arturo Prat terminó su discurso llamando a que los otros candidatos se acercaran y debatieran sobre muchas cosas. Pensé que, quizás, Condell era el otro candidato y que por ello lo desafiaba. Para qué. Si sabemos que Prat es nuestro gran héroe nacional. En fin. Su voz era retadora y sus manos a ratos temblaban. Quizás tanto tiempo en altamar le haya traído un principio de hipotermia crónica.

Cuando acabó su discurso, toda la gente que estaba a mi alrededor la ovacionó, como aquella bienvenida que quizás siempre quiso recibir después del combate naval. Ahí estaba Arturo Prat en Esmeralda, con todos sus marinos a pie del cañón y con una personalidad avasalladora. Ahí estaba Arturo Prat, mi rechonchi, candidateándose como la mejor opción para nuestro futuro. Lo único que espero es que no se le hunda el bote luego del triunfo. En fin.